Una vez, como muchas otras, no tenía muy claro lo que quería hacer. Sabía lo que debía hacer, pero no exactamente lo que quería, laboralmente hablando. Casi siempre que pasa eso es porque en la mitad hay un muro llamado “miedo” y cada ladrillo que construye ese muro es una pregunta. ¿Seré capaz? ¿Qué dirá la gente de mí? ¿Tiene sentido? ¿Y si no funciona? ¿Y si pierdo? ¿Y si gano? ¿Seré suficiente? ¿Y si luego me aburro? ¿Y si no me gusta tanto?
Era enero de 2014 y yo me acababa de graduar de Locución y Producción de Medios Audiovisuales. A diferencia de lo que mucha gente pensaba en ese momento y tal vez sigue pensando, yo no tenía ninguna conexión con ningún medio de comunicación. Era una recién graduada con una vaga idea de trabajar en radio para ejercer lo que estudió.
No sabía por dónde empezar. No tenía contactos y también, como muchas otras veces, me daba vergüenza pedir ayuda. Finalmente resolví imprimir muchas hojas de vida que contaban lo poco que había hecho hasta ese momento y las fui a dejar personalmente en las emisoras en las que yo creía que podía aportar algo. También traté de comunicarme vía redes sociales con varios directores de emisoras y en su momento, solo uno respondió.
Inicié un proceso de selección en Caracol Radio. Un par de semanas después, recibí un correo electrónico en el que me notificaron que no había sido elegida pero que agradecían mi participación. Estaba viviendo nuevamente un proceso de selección en la misma empresa, con la misma respuesta. Pasaron unos meses y se abrió una convocatoria en Radioacktiva. Varias personas me escribieron para que me presentara. Yo no estaba muy segura de hacerlo. Tal vez no estaba preparada para un nuevo “no”. Fui oyente de Radioacktiva por muchos años y jamás me imaginé que algún día podría estar ahí.
Meses antes de presentarme y como ya era casi costumbre, me habían dicho “no” en varias partes. Honestamente casi siempre me han dicho “no”. De hecho, cuando me dicen sí, me cuesta creerlo. Había llegado el último día de inscripción y casi que una hora antes de que se cerrara, envié lo que pedían. Era un video explicando por qué me debían escoger como la nueva “gallinita” de Radioacktiva. Pregunta difícil, porque creo que yo tampoco sabía por qué. La respuesta honesta hubiese sido que realmente era mi última oportunidad y mi última apuesta por ejercer lo que había estudiado. También estaba literalmente en bancarrota. Debí decir eso.
Entonces salté al vacío, me presenté, sufrí un extenso proceso de selección junto a otras 250 aspirantes y, el resto, es historia.
Hace algunos días pensaba en eso, en esa sensación justo antes de lanzarse. Saltar al vacío no implica necesariamente tomar decisiones muy trascendentales o hacer algo muy “alocado” o diferente a lo que uno siempre hace. A veces solo pronunciar un par de palabras nos causa pánico y evitamos decirlas, pero cuando nos atrevemos, se siente como saltar al vacío.
El corazón y la respiración se aceleran, las manos se ponen frías, nos mareamos, tartamudeamos, no dormimos y a veces hasta lloramos porque sentimos el peso de lo que nos llevó a estar al borde del abismo. A veces pienso que muchas cosas que he vivido, que he hecho y que he materializado han sucedido después de saltar al vacío. Tiendo a esperar mucho y luego sucede que tengo una bola de nieve sobre mi espalda que ya no puedo soportar más y, finalmente, salto, resumiéndolo todo en una pregunta que me hago segundos antes: ¿Qué es lo peor que puede pasar? Luego recuerdo lo que alguna vez me dijo una amiga cuando viví en Medellín: “al final del vacío, siempre hay pavimento”.
No puedo decir que es la manera más sana de hacerlo o que tal vez es la única, porque realmente no lo es. Maneras de ser y actuar hay muchas, la misma dinámica de la existencia nos va direccionando. Tampoco puedo decir que todas las veces que lo he hecho ha salido bien.
Quizá saltar al vacío se trata de aprender lecciones. Una de ellas puede ser volver a hacerlo, otra podría ser pensarlo mejor antes de. Conclusiones habrá muchas, razones para un sí o para un no, también. Si hablo por mí, siento que saltar al vacío no solo se traduce en lo que alguna vez pudo ser una decisión arriesgada, sucede que una parte de mi ser cree que después del “muro del miedo” y, una vez atravesada la oscuridad del abismo, siempre habrá algo del otro lado que lo vale
De la última vez que decidí conscientemente saltar al vacío, puedo decir que aprendí dos cosas:
La primera: incluso cuando estás cayendo, pueden cambiar las perspectivas.
La segunda: lo que esperaba hacer y encontrar antes de hacerlo, terminó siendo muy distinto. De nuevo las expectativas por simples que sean, pierden peso, valor y sentido.
Simplemente hay cosas que no se pueden controlar. A veces me siento obligada a entender todo con madurez y a estar a la altura de la situación, cuando lo único que tengo para dar es una cara tipo Jim de The Office, tal vez más confundida. La realidad es que no siempre se gana, pero tampoco siempre se pierde. Unas veces será sencillo de entender, otras tomará un tiempo y, posiblemente, pasará el tiempo y en un punto ya no nos interesará entender nada.
Es anécdota.
Catalina.
Hola Catalina sabes q te admito mucho porque me identifico mucho con lo q escribes y en estos momentos estoy atravesando por algo muy similar y decidí saltar al abismo,por favor escribiendo más seguido
Asi ando, es mejor intentar sin pensar en el que dirán, ni en que voy a fallar, ni en que voy a ver los resultados en mucho tiempo, si me equivoco vuelvo a empezar, si me sale, felicidad total.